La educación física de los juegos, jueguitos y juegotes

febrero 05, 2021


“La educación física de los juegos, jueguitos y juegotes” es una forma en la que actualmente y desde hace algún tiempo algunos docentes se han referido al enfoque (o desenfoque) que se ha adoptado en ciertas esferas de nuestra disciplina en el país, y que me parece un buen punto de partida para realizar una serie de reflexiones que no dejan de ser importantes para los docentes y profesionales de la motricidad. Si bien no creo que refleje el verdadero espíritu educativo que pretenden las corrientes pedagógicas contemporáneas en educación física, no deja tampoco de revelar una gran verdad de una forma tergiversada en que hemos interpretado la importancia del juego en la educación física.

Esta forma peyorativa de referirse a este modelo no deja por lo tanto de reflejar algunos de los rasgos actuales de la enseñanza en los que podemos caer algunos docentes, y aunque no le hace total justicia a una visión más amplia de lo que pretenden los enfoques sistémico y global de la motricidad sí que es una especie de reclamo que tiene un punto y fundamento importante que deberíamos revisar y autoevaluar.


Enfoques en educación física

Como sabemos en nuestro país se han pasado por diversos enfoques históricos en la enseñanza de la educación física; desde la gimnasia-militar, la estética y técnica deportiva, la deportiva-recreativa, la psicomotor y la motricidad ( Dinámica de integración, global y sistémica).  Ante esto podemos fácilmente caer en una falacia de la innovación que es esta forma de pensar que considera necesariamente lo más actual o lo más nuevo como lo mejor y lo correcto. Esto puede hacerse sin partir de un discernimiento y análisis más amplio y real sobre las fortalezas y debilidades de los distintos enfoques y de su relación con las visiones antropológicas, filosóficas y políticas sociales imperantes en el momento en que se instauraron, valorando que de igual forma no son mejores visiones por pertenecer a un periodo histórico más actual. Creo que justamente parte del reclamo que encontramos en esta frase surge desde esta idea de que no necesariamente lo que se nos muestra como nuevo en los paradigmas de la educación física es mejor y con justa razón, ya que podemos encontrar mucho valor y conocimiento en las prácticas, estrategias y estilos de enseñanza pasados, así como en los actuales, y hacer una valorización mucho más profesional en el ámbito pedagógico de la motricidad. ¡Ese es el llamado!

Uno de los grandes discursos que se nos repetía constantemente en mis años como estudiante de licenciatura    donde tenía relativamente poco que se había establecido la reforma al plan y programa de estudios de la carrera, era el de querer quitarle el ropaje “técnico deportivo” o de “entrenamiento deportivo” a la educación física. Se nos decía y recordaba constantemente que el deporte es sólo un medio de la educación física y no un fin; afirmación que sin duda tiene todo un sentido y que debemos confirmar; sin embargo, como suele suceder cuando hay cambios sociales, se llega a etiquetar excesivamente y estereotipar como abanderado del mal “lo antiguo” o “el enfoque viejo” y caer en un análisis inadecuado que sea incapaz de poder rescatar los aspectos positivos y correctos de determinadas prácticas. La enseñanza desde las nociones "deportiva" "psicomotor" "gimnasia-militar" tienen también  beneficios y aportaciones que podemos considerar para responder en determinados contextos y usar algunas estrategias de enseñanza cuando se requiera ante una necesidad educativa. Es nuestra tarea como profesionales generar esos diagnósticos y diseñar propuestas de abordaje desde una mirada metodológica amplia y reflexiva.

Hoy de igual forma habría que recordarles a muchos docentes que el juego es sólo un medio de la educación física y no un fin. 

El juego: Una estrategia didáctica que posee mucho valor pero que es también un medio.

Definitivamente y avalado por muchísimos estudios el juego como estrategia e incluso como cosmovisión antropológica (homo ludens) cumple una función educativa y social muy grande, y posee un potencial enorme sobre todo si pensamos en edades infantiles donde no nos queda duda alguna de su enorme valor. Sin embargo, si nos referimos a algunas de las situaciones que ocurren dentro de la educación física y en las que llegamos a caer, aunque la mayoría de las prácticas estén centradas en la utilización del juego como actitud, visión y como estrategia didáctica, esto no lo es todo y a veces actuamos como si así lo fuera.

Al juego si se le entiende como una estrategia (el cómo de los elementos didácticos) debe responder a un objetivo y debe estar en congruencia con la adquisición de un contenido educativo; pensado, reflexionado, organizado y sistematizado en una unidad o secuencia didáctica que contemple otros juegos, tareas y actividades en una estructura organizada y con finalidades, y no sólo estar basado primeramente en el entretenimiento y la diversión para después pensar en el qué o para qué nos sirvió hacerlo.  

En algunas juntas profesionales he llegado a escuchar y ver como las valoraciones positivas que hacemos de nuestras tareas o actividades se centran casi exclusivamente en el nivel de diversión, entretenimiento o de la calidad de ingenio o creatividad del juego. Situación que no debemos dejar de valorar; pero el punto es que si el juego no tiene una intencionalidad pedagógica pensada desde un principio con la estructura didáctica antes mencionada, si no atiende a alcanzar un aprendizaje esperado en  conjunto con otras actividades dentro de una lógica didáctica que haya sido planeada y considerando los elementos y momentos didácticos dentro de una evaluación continua, y si no está siendo realizada a conciencia como una estrategia que permita estimular y desarrollar algún contenido central, estamos simplemente dejando de realizar nuestra función, estamos jugando por jugar.

Es necesario ser honestos con esto; todos hemos llegado a plantear nuestras actividades y juegos de sesiones en el mero día, y no haciéndolo desde la visión de alcanzar el aprendizaje esperado correspondiente y en conjunto de otras actividades que van reforzando y estimulando la consecución de dicha finalidad, sino simplemente llegamos a plantear el juego más entretenido de nuestro bagaje para pasar esa sesión. No dejo de creer en la flexibilidad curricular y en la capacidad profesional de ajustar las actividades y hasta de proponerlas incluso en el momento mismo de la sesión, ni tampoco niego que el juego estimula y desarrolla contenidos motrices, pero en pocas ocasiones tenemos presente o en la cabeza el objetivo y el contenido de la unidad o secuencia que teóricamente estamos abordando. En este caso podríamos llamarnos más que educación física, recreación física. Necesitamos plantear actividades con base a una finalidad educativa para mejorar el desempeño, y además tener registros de estos procesos.

También en este tema es importante diferenciar al juego como estrategia; es decir como una actividad o tarea determinada, y por otro lado, el juego como una actitud o componente lúdico que podemos generar ante una actividad o situación sin que esta sea un juego por sí misma. Con ambas estoy de acuerdo y sin embargo en un contexto escolar siguen siendo medios que me permiten alcanzar metas. (También podríamos considerar lo lúdico como fin en sí mismo si el objetivo que nos planteamos es actitudinal hasta cierto punto, pero ¿es este el único objetivo educativo o central de la educación física?



¿Cuál es el objetivo y cuáles los contenidos de la educación física?

En este sentido existe en educación física un debate muy interesante, ya que no poseemos objetivos y contenidos tan estables de enseñanza como en otras disciplinas, y siendo una práctica social puede abordarse desde diferentes enfoques antropofilosóficos; en este sentido podemos generar distintas miradas sobre los objetivos y contenidos de la educación física. Desarrollar y mejorar el desempeño en capacidades físicas, en capacidades coordinativas, en habilidades y destrezas motrices, en habilidades sociales y sociomotrices, en habilidades emocionales, en valores y actitudes, en expresión y lenguaje corporales, en imagen corporal y salud, en danza y baile, o de forma transversal con otros muchos contenidos, etc.

Aunque en esta reflexión no pretendo hablar sobre cuáles podríamos considerar como los contenidos centrales de nuestras intervenciones, lo que sí pretendemos abordar y decir es que no debemos valorar nuestras tareas y reducirlas simplemente al juego. No basta tener el libro o los ficheros de los mejores juegos en educación física y utilizarlos porque sí, sino que debemos entrar en un proceso reflexivo que nos permita insertarlos en un conjunto o situación que genere un proceso de aprendizaje en determinado momento y contexto. No podemos decir que nuestra clase fue buena porque los juegos fueron muy creativos, buenos o divertidos o porque los alumnos la pasaron genial y hubo mucha motivación, sin saber qué generó  en su motricidad más allá de la parte actitudinal y motivacional. La motivación sin duda es importante, debe considerase, y creo que incluso podría ser como tal un cierto objetivo a plantearnos, pero si nos quedamos ahí y no logramos diseñar procesos de valoración y de evaluación sobre otras dimensiones y componentes de la motricidad, y saber cómo estas actividades inciden en la mejora de capacidades y habilidades motrices o del desempeño en sus diversas esferas, y si no organizamos todos estos juegos y somos testigos de un proceso de mejora del desempeño, podríamos realmente sí estar insertos en la educación física de los juegos, jueguitos y juegotes. 

Ante esto también cabría preguntarse: ¿Sólo es válido desarrollar habilidades desde el juego? ¿No hay otras prácticas que nos permiten mejorar el desempeño y que podrían ser utilizadas en determinados momentos? ¿En todo momento el aprendizaje tiene que darse bajo el telón de fondo del juego y la diversión? ¿no hay momentos para la disciplina o para enseñar desde la "seriedad"?

Alguna vez escuché una reflexión de algún docente que tiene cierta verdad y decía algo así, y que creo que sería bueno no dejar de considerarla:

“Yo uso una educación física muy de la vieja escuela, muy técnico deportiva, muy de disciplina, con mucho mando directo; y tengo pruebas y registros de que esto funciona, de cómo todos mis alumnos han avanzado en su capacidad física y sus habilidades motrices, hay resultados; mientras que los otros maestros lo único que pueden decir es que se divierten mucho en sus clases, tal vez más que en la mía, aunque yo no veo que mis alumnos la pasen mal realmente, ¿Cuál es el objetivo de la sesión, divertirse o mejorar?

Aunque definitivamente esto puede llevarnos a un falso dilema, porque podemos divertirnos y mejorar, y podemos reunir en una propuesta aspectos cuantitativos y cualitativos de la motricidad, sí creo que tiene también un componente importante de verdad. Nos enganchamos con el juego, y no estoy diciendo que el otro enfoque sea mejor o que quienes critican el uso "excesivo" del juego en educación física den resultados o sepan plantear situaciones de aprendizaje necesariamente correctas dentro del paradigma en que se insertan (hasta para usar el mando directo o enseñar técnica deportiva se requiere de ser un profesional), sino que hay una variable trascendente que se nos puede estar escapando al momento de plantear actividades o tareas en el enfoque que sea, y esto es que se tienen que dar como una propuesta que emerge de un proceso didáctico: evaluación continua de aprendizajes y desempeños, evaluación de las actividades, planeación y programación, realización de propuestas, autoevaluación, ajustes, comprobación de resultados, revalorización, reorganización, retroalimentación, etc., y en el que además sí que podemos plantear la diversión como componente motivacional que servirá como impulso y fuerza educativa.

Se nos ha olvido a veces educar y pensar en diseñar procesos de mejora dentro de la realización de juegos divertidos (y a veces pueden no ser tan divertidos). Repito que no estoy en contra del juego, pero también considero que tal vez hemos dejado de valorar algunas de las grandes cualidades que “la vieja escuela” puede darnos en este sentido y que podemos aprovechar, encaminando de manera correcta nuestras intervenciones e inclusive dotándoles de un componente lúdico a esas prácticas. Esto lo abordaré en una siguiente entrada muy vinculada a esta reflexión, en  donde intentaré argumentar acerca de la posibilidad de revalorizar las viejas prácticas para utilizarlas en nuestras intervenciones, sin perder lo mejor de las nuevas.

No dejo de decir nuevamente, por cierto, que al divertirnos y al jugar podemos estar desarrollando y estimulando componentes y dimensiones motrices; pero tal vez sin saber y sin querer. La cuestión es la de tomar conciencia sobre esto y darle un sentido pedagógico al juego, enfoque o medio que hemos decidido adoptar dentro de nuestras intervenciones profesionales, ese es el fin.



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